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24 Horas, historia de un secuestro

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Personajes

Roberto Sánchez: Inspector de la policía de Alicante.

Manuel Ramos: Veterano capitán de la policía

Miguel Fernández «Mimi»: estrella de la televisión

Natasha Petrova: novia del «Mimi»

Andrei Antonescu: dueño de la discoteca Mermelada

Daniel: primo del «Mimi»

Cristina: secretaria de la comisaría de policía

El Culebra: joven ladrón conocido en toda la ciudad

Vasili Zaitsev: Portero de Mermelada y ex novio de Natasha

Quique García: Presentador de un programa de televisión

Javier: Joven y ambicioso policía

Manuel Fernández y Victoria Otero: Padres del «Mimi»

Agente Ramírez: Policía de Alicante

Max: Portero de Mermelada con un tatuaje en la cara

00:01

Casa de Roberto, centro de Alicante

Es una noche calurosa de octubre, Roberto todavía no está acostumbrado al clima mediterráneo, da vueltas en su cama y no puede cerrar los ojos a pesar de que ha tomado tres pastillas que el médico le ha dado para dormir bien. Esta semana ha dormido menos de 4 horas cada día, el trabajo en la policía es muy estresante y sus vecinos son unos estudiantes que hacen fiestas casi todos los días. Finalmente un poco de silencio, Roberto cierra los ojos y duerme como un bebé.

00:12

¡Ring! ¡Ring! Suena el teléfono.

— Sí, soy el agente Roberto Sánchez… ¿Un secuestro? ¿El de la televisión? Salgo ya, tardo 20 minutos.

Dos cosas están claras si trabajas como inspector de policía en una ciudad como Alicante, no vas a tener casi amigos y vas a dormir muy poco. Roberto recuerda las noches frías de Pamplona, su ciudad natal. Ahora por motivos de trabajo vive en el sur de España, donde espera convertirse en el policía que siempre ha querido ser.

Cambia su pijama por unos pantalones vaqueros y una camiseta de manga corta que ya ha utilizado tres días seguidos. Comprueba la batería que tiene su teléfono móvil, 37%, no es suficiente para todo el día pero no tiene tiempo de cargarlo. Se lava la cara rápidamente y sale a la calle.

00:28

Casa de Miguel Fernández, el cabo de Alicante

— Llegas pronto inspector Sánchez, como siempre. — El capitán de la policía Manuel Ramos se despide del taxista que le ha llevado y saluda a su compañero con un fuerte apretón de manos.

A Roberto no le gusta nada su capitán, es un hombre que siempre piensa que sabe todo lo que hay que hacer y no escucha a otras personas. Ha hecho las cosas mal muchas veces en su vida pero nunca ha pedido perdón a nadie. El capitán tiene más de sesenta años y piensa que el mundo no ha cambiado nada desde el año 1990, no sabe nada de internet y todavía utiliza un viejo Nokia más duro que una piedra. Es un policía de los que ya no se pueden ver por las calles, una auténtica pieza de museo. Manuel es un hombre bajo y un poco gordo que no cuida mucho su imagen, al parecer desde hace unos años su mujer ha dejado de comprarle la ropa, por lo que su vestuario del día a día varía entre cuatro camisas viejas.

— Buenas noches capitán. ¿Qué ha pasado? — Pregunta Roberto con cara de necesitar dormir 20 horas más.

— Como ya te he dicho por teléfono, han secuestrado al «Mimi», ese cantante que vuelve locas a todas las chicas con sus tontas canciones de amor Vamos a hablar con su novia a ver que nos dice, ella es quien ha llamado a la comisaría.

Los dos policías entran en la villa de Miguel Fernández, el «Mimi», Roberto no puede parar de mirar todas las obras de arte que hay en la casa y piensa: ¿Cómo puede ser tan rico un hombre que no ha terminado ni la escuela secundaria? a Roberto tampoco le gustan los famosos de los reality show como el «Mimi», piensa que son como un coche muy bonito por fuera pero vacío por dentro.

Una preciosa chica baja por las escaleras, sin duda alguna su cuerpo cumple los estándares para ser modelo de pasarela, es rubia, delgada y alta. Está maquillada como para ir a una fiesta pero no parece tener intención de salir de casa.

— Buenas noches agentes, soy Natasha, gracias por venir tan rápido. Podemos hablar en la cocina. ¿Queréis algo de beber?

— Un café, por favor. — Pide Manuel.

— Dos. — Añade Roberto.

El acento de Natasha es ruso, polaco, ucraniano o tal vez checo. Parece una chica preocupada por su imagen, no habla muy bien español y alarga las palabras con un acento sensual. Roberto cree que la conoce de haberla visto en la televisión, está casi seguro que esta chica ha estado en uno de estos programas tontos del corazón que ponen en la tele después de comer.

Con los cafés en la mesa Natasha empieza a hablar:

— Necesito vuestra ayuda, unos mafiosos han secuestrado a mi novio Miguel, tenemos que encontrarlo rápido, mañana a las 00:00 le van a matar.

— Tranquila, cuéntanos. ¿Qué ha pasado exactamente? — Roberto pregunta al mismo tiempo que pone azúcar en su café.

Natasha, con lágrimas en los ojos, contesta.

— Esta noche hemos salido a cenar a un restaurante en la playa de San Juan, yo he tomado lasaña y Miguel ternera. Hemos vuelto a casa en taxi sobre las 00:00, yo he entrado a casa y, en ese momento, unos mafiosos con máscaras han salido de un coche negro y han metido a Miguel en el maletero, sólo han dejado esto:

El capitán y Roberto inspeccionan el papel.

— Vamos a comprobar en la comisaría si hay huellas de los secuestradores. — Comenta Manuel mientras guarda el trozo de papel en una bolsita de plástico. — ¿Sabes si el «Mimi» tiene algún enemigo? ¿Problemas económicos?

Natasha coge un pequeño espejo de la mesa, comprueba el maquillaje de sus ojos y contesta.

— ¿Problemas económicos? ¿No ves la casa? ¡Claro que no tenemos problemas con el dinero! Y enemigos… Hmmm… En el puerto hay una discoteca que se llama «Mermelada», Miguel ha trabajado allí muchos años pero últimamente ha tenido problemas con el dueño, ¡seguro que ha sido él! — Tras terminar la frase, la chica vuelve a llorar intensamente.

— Tranquila, voy a ir a la discoteca y voy a investigar. ¿Cómo se llama el dueño? — Roberto saca una libreta para escribir todos los detalles.

Natasha responde enfadada.

— Andrei Antonescu, es rumano, seguro que quiere dinero y por eso ha secuestrado a mi «Mimi», sabe que vamos a casarnos el próximo mes. Andrei es una rata que sólo piensa en ganar dinero. ¡No le importan las personas! ¡Tenéis que detenerle!

Roberto trata de calmar a Natasha y continúa con sus preguntas:

— ¿Has notado algo extraño en Miguel últimamente?

— Hmmm… Ha ido a depilarse las piernas y las cejas dos veces en un mes, se ha dejado barba y ha cambiado de entrenador en el gimnasio.

Roberto escribe todo lo que considera útil para la investigación.

— ¿Has hablado ya con su familia?

La hermosa rubia recoge las tazas de café vacías de la mesa y contesta.

— No conozco a nadie de su familia, solo sé que Miguel tiene un primo que vive en Alicante, se llama Daniel y trabaja en el bar «El Castillo», le he visto sólo una vez.

— Una última pregunta: ¿Qué le gusta hacer a Miguel? — Aparte de hacer el tonto en la televisión piensa Roberto.

— Ay pues no sé… Lo típico: jugar al golf, al póquer, salir de fiesta, ir a la playa, tomar el sol y entrenar como un loco en el gimnasio, casi todos los días va a un gimnasio que se llama «Sparta».

Los dos policías se levantan de sus sillas, Roberto guarda su libreta y Manuel se despide.

— Muy bien, hemos terminado por ahora, con esto ya tenemos información para empezar la investigación, estamos en contacto por teléfono. Recuerda no hablar con nadie sin llamarnos antes a nosotros.

00:42

Los dos agentes se dirigen hacia la comisaría en el coche de Roberto y discuten sobre la conversación que han tenido minutos antes. El capitán es ahora quien hace las preguntas.

— ¿No te parece extraño? Natasha y el «Mimi» se van a casar el próximo mes pero la chica todavía no conoce a la familia de su futuro marido.

— Muy extraño. — Responde Roberto. — Pienso que ella…

Manuel interrumpe a su compañero con otra pregunta.

— Y… ¿No te ha parecido una muy buena actriz que nos ha contado lo que ha querido?

— Sí, la verdad es que… — Roberto intenta responder a la pregunta de su capitán, sin embargo no tiene éxito porque Manuel continua con sus preguntas.

— ¿Quién son los principales responsables de los crímenes en parejas jóvenes?

Por tercera vez el inspector quiere responder a la pregunta de su jefe. — Pues normalmente familiares y ami…

— Los familiares y los amigos. — El capitán parece que está hablando solo. — Hay que investigar a esa Natasha, creo que no nos ha dicho toda la verdad.

— Si capitán, yo pienso que…

— ¿Y por qué nos ha hablado mal del dueño de la discoteca Mermelada?

La conversación continua, Roberto no consigue responder a ninguna de las preguntas, no puede imaginar cómo su compañero ha llegado a ser capitán de policía sin escuchar a nadie. Llegan a la comisaría en poco más de 10 minutos, el capitán baja del coche y se despiden. Roberto compra un Red–Bull en una máquina de refrescos, odia esa bebida, sin embargo no ha dormido mucho y piensa que esto le puede ayudar a estar despierto y continuar con la investigación.

01:00

Zona de discotecas, puerto de Alicante

Los siete días de la semana hay fiestas en Alicante. El inspector Sánchez está enfrente de la puerta de la discoteca Mermelada, puede ver como cientos de personas de su edad se divierten, un grupo de jóvenes bromean en la salida del club, parece que se lo están pasando bien. Hace tiempo que Roberto no ve a sus amigos de Pamplona, es difícil cuando vives a cientos de kilómetros de ellos, les echa de menos.

Los dos gorilas de la discoteca ponen mala cara cuando el inspector de policía les dice que quiere ver a Andrei Antonescu, parecen dos bulldogs humanos, uno de ellos tiene tatuado un dragón que le sale por el cuello, el otro todavía menos discreto luce un tatuaje estilo Mike Tyson en plena cara.

El del dragón en el cuello avisa a su jefe por radio de la presencia del inspector y en menos de un minuto le invitan a entrar, «Mike Tyson» le acompaña hasta una de las salas VIP de la discoteca.

— Max, hoy es la última vez, si vuelves a llegar tarde al trabajo te despido. — Andrei Antonescu hace su papel de jefe y ejerce su autoridad sobre el gorila que ha acompañado a Roberto.

— Lo siento jefe, no va a volver a pasar. — Max mira al suelo, delante de su jefe no parece tan duro como aparentan sus músculos y su tatuaje en la cara.

— Buenas noches agente, ¿en qué puedo ayudarle? — Andrei tiene una sonrisa desafiante, de estas que parece estar diciendo «soy mejor que tú». Es un hombre alto, fuerte y parece evidente que va al gimnasio con frecuencia, tiene letras chinas en los dos brazos y un pendiente de oro en la oreja izquierda.

Roberto comienza con sus preguntas.

— Tengo entendido que Miguel Fernández el «Mimi» ha trabajado aquí. ¿Cuándo le has visto por última vez?

Andrei susurra algo al oído de su guardaespaldas y contesta a la pregunta.

— Miguel Fernández… pues sí, ha trabajado aquí, es un tío guapo sin cerebro, las chicas ven sus ojos azules y se vuelven locas. Ahora mismo no recuerdo muy bien pero estoy seguro de que este año no le he visto.

— ¿Por qué ya no trabajáis juntos?

— Se cree que es una estrella de Hollywood y lo único que hace es salir en los programas del corazón para las niñas tontas. Nunca me ha gustado la gente como él, yo sólo quiero lo mejor para mi negocio y si el público quiere al «Mimi» pues yo les doy al «Mimi».

— Vamos a hablar de ti. ¿Qué has hecho hoy? ¿Has estado aquí toda la noche?

— Toooooda la noche. — Responde el rumano con una sonrisa en la cara. — He venido a las 20:00 y aquí sigo. No sé qué ha pasado ni quiero saberlo, pero sé una cosa, aquí no están las respuestas que buscas.

— Una última pregunta: ¿Conoces a la novia del «Mimi»?

Andrei se levanta de la mesa y levanta los brazos.

— ¡Ahora ya está todo claro! ¡Natasha! ¡Por eso la policía está en mi local! Esa mujer es un tornado, un huracán, la caja de Pandora, un imán del caos, una granada sin anilla. Todo lo que hay cerca de ella se convierte en problemas, lo mejor que puedes hacer es estar lejos de esa mujer. ¿Has visto su antigua casa en San Vicente? Si quieres conocer a Natasha tienes que ir allí.

Roberto escribe todo en su libreta como siempre, se despide del rumano y del gorila Max «Mike Tyson».

De camino a la salida pregunta a dos camareros para estar seguro de que Andrei ha estado allí toda la noche, los dos confirman la historia, dicen que su jefe ha llegado a las 20:00 y ninguno de ellos le ha visto salir del local.

El joven inspector vuelve al coche con más dudas que respuestas, no ha conseguido demasiada información y esto le cabrea.

01:19

Roberto repasa sus notas una y otra vez en el aparcamiento, parece que Andrei Antonescu tiene una buena coartada, sin embargo no quiere quitarlo de la lista de sospechosos. El rumano no es el tipo de delincuente al que le gusta mancharse las manos, parece de esos que prefieren contratar a unos matones para los trabajos sucios.

Cuando un inspector necesita información lo mejor es llamar a la comisaría, donde la simpática Cristina siempre contesta al teléfono con dulces palabras.

— Buenas noches amor, ¿qué haces trabajando a estas horas? Hoy, si no recuerdo mal, tienes la noche libre.

Roberto arranca el coche al mismo tiempo que habla por el «manos libres».


— Pues el capitán me ha despertado, tenemos un caso de secuestro y parece que soy el único inspector en el universo.

— A ti te voy a secuestrar yo un día si no paras de trabajar.

Cristina es lo más parecido a una amiga que Roberto tiene en la ciudad, es la alegría en persona, nunca parece estar cansada ni tener problemas, es una de las pocas personas que consiguen hacerle sonreír sólo con una mirada.

— Necesito información sobre Natasha Petrova, su antigua dirección en San Vicente y antecedentes penales, necesito saber si ha hecho algo ilegal en su vida, también quiero una patrulla de policía vigilando delante de su casa las próximas veinticuatro horas.

— Muy bien, si descubro algo te llamo a tu teléfono móvil. Si hay algo interesante de nuestra nueva amiga yo lo voy a encontrar. — la secretaria contesta con su voz dulce.

— Y también mira a ver si encuentras algo de la discoteca Mermelada o de su dueño Andrei Antonescu. Tengo que colgar el teléfono, gracias Cristina.

— Gracias a ti Roberto por la invitación a cenar.

— ¿Invitación a cen…? — Roberto no puede terminar la frase porque su compañera cuelga el teléfono entre risas.

Próxima parada, bar «El Castillo».

EJERCICIOS

1. Roberto no ………………….. (poder) dormir.

a) ha podido b) he podido c) hemos podido


2. El Mimi ………………….. (tener) un problema con Andrei.

a) he tenido b) teniendo c) ha tenido


3. A Andrei no ………………….. (gustar) Natasha.

a) me gusta b) le gusta c) te gusta


4. El inspector ………………….. (buscar) al primo del Mimi.

a) estoy buscando b) busco c) está buscando


5. Roberto ………………….. (querer) hablar con Andrei.

a) quiere b) quiero c) he querido


6. El capitán no ………………….. hablar al inspector.

a) lleva b) deja c) prepara


7. Natasha no ………………….. a la familia del Mimi.

a) conoce b) sabe c) va


8. Andrei dice que ………………….. toda la noche en la discoteca.

a) ha estado b) ha ido c) ha sido

01:35

Barrio de San Gabriel, Alicante

A pesar de conocer bien la zona le ha costado demasiado encontrar el bar donde trabaja Daniel, el primo del «Mimi». Parece el típico bar español donde día tras día se reúnen los amigos del barrio para tomar unas cañas y tapas. A través del cristal puede ver a los últimos clientes despedirse del camarero que limpia la barra y la cafetera. Roberto piensa que ha llegado en el momento perfecto para tener una conversación discreta.

— Buenas noches, inspector Sánchez de la Policía Nacional. ¿Trabaja aquí Daniel? Quiero hacerle unas preguntas.

El camarero deja de limpiar la barra, lanza el trapo al fregadero y se acerca para contestar.

— Sí, yo también quiero hacerle una pregunta a Daniel, que por qué no ha venido esta noche a trabajar, hemos tenido el bar lleno y he estado aquí yo solo.

— Y… ¿no ha avisado?

— Pues no, no ha dicho nada. Aquí he estado toda la noche esperando y trabajando como un tonto. ¿Qué ha pasado? ¿Ha hecho algo malo? a ese chico le gusta meterse en problemas.

— Busco a su primo Miguel Fernández, el «Mimi».

— ¿El de la tele?

— Sí, el mismo, ¿sabes algo de él?

— Sé que es un borracho y que cuando viene aquí se bebe todo lo que tenemos con alcohol. Estoy seguro de que gana muchísimo dinero con esos reality show tontos de la tele, pero cuando viene aquí nunca me da propina… No deja encima de la mesa ni siquiera las moneditas de un céntimo… ¡Desgraciado!

— ¿Sabes dónde puedo buscar a Daniel?

— Su casa no está lejos de aquí, te escribo la dirección.

01:42

Roberto sabe perfectamente dónde tiene que ir, a pesar de llevar poco tiempo trabajando en la ciudad ya ha tenido que ir en varias ocasiones a la dirección que tiene entre sus manos. Es un viejo bloque de edificios donde hay más problemas que en todo el continente africano, la mayoría de los vecinos son gitanos y se dedican a vender cosas en los mercadillos de la ciudad, en varias ocasiones productos robados o ilegales. El inspector aparca el coche a unos cien metros del edificio, camina en dirección al portal cuando ve una cara que le resulta familiar, un ladrón llamado el Culebra, bien conocido por todos los policías de la ciudad. Es un chico joven, pequeño como un colibrí pero ágil y escurridizo como una serpiente, de ahí su apodo. Está saliendo de una furgoneta vieja aparcada en la calle.

Aunque tiene solamente 24 años, el Culebra ya ha estado dos veces en prisión, ambas por robo. Sus principales víctimas son los turistas que disfrutan del sol en las terrazas de las cafeterías o en la playa del Postiguet, cuando salen del mar se llevan la sorpresa de que sus teléfonos o carteras han desaparecido. La policía ha estado buscando a un ladrón de sus características en las últimas semanas por el robo de una moto pero no han podido localizarlo en su antigua dirección, parece que es aquí donde se ha escondido.

Roberto sabe que no debe desviarse de su misión pero lo tiene tan cerca que no puede resistirse, se acerca disimuladamente mirando al suelo, sin embargo el Culebra ve su cara, le reconoce a pesar de que no lleva el uniforme de policía y escapa corriendo a toda prisa por la calle.

— ¡Alto! ¡Policía! — el inspector grita al tiempo que corre.

Roberto tiene una buena condición física pero parece que el delincuente al que persigue también es un buen corredor, entran por una estrecha calle a toda velocidad, el Culebra salta una pequeña valla ágilmente, Roberto le sigue sin darse cuenta de que su teléfono móvil se le cae del bolsillo.

Del jardín pasan a una calle más grande, poco a poco el agente de policía gana terreno, 5 metros más y lo atrapa. La gente que está en la calle mira la carrera como un espectáculo pero nadie intenta detener al delincuente. Pasan por una oscura plaza donde hay varios grupos de jóvenes que se ríen al ver la situación.

— ¡Policía! ¡Alto!

Nadie hace nada. El Culebra gira noventa grados apoyando su mano en una farola, avanza unos metros y vuelve a girar con la ayuda de un semáforo, de nuevo entra en la calle donde ha empezado la persecución. El delincuente corre a toda velocidad hacia su furgoneta, puede sentir poco a poco como el inspector se acerca a su espalda.

Roberto duda si sacar la pistola o no, si lo hace puede terminar con la persecución con un buen disparo en la pierna, pero también puede terminar trágicamente si el disparo resulta mortal. Ya casi lo tiene a su alcance, sólo 3 metros más, decide no sacar la pistola, está seguro de que va a atrapar a ese delincuente que ya parece agotado.

El Culebra entra por una puerta de madera que está abierta, es un edificio viejo, Roberto le sigue. Bajan unas escaleras que conducen al sótano, la única iluminación que hay son las luces de emergencia naranjas. Entran en una sala oscura, dentro están los contadores de agua y la caldera del edificio, el agente está muy cerca de atrapar a su presa, al final de la sala hay una pared, las opciones de escapar son cada vez menos para el Culebra.

— Ya está, se ha terminado el juego, manos a la cabeza y rodillas al suelo. — El inspector ahora sí grita enfadado y saca su pistola.

El Culebra no tiene escapatoria, aun así realiza un último intento desesperado de huir, aprovecha su agilidad para meterse entre la caldera y la pared por un hueco de apenas cuarenta centímetros. Roberto se acerca con cuidado sin soltar su arma cuando el delincuente sale rápidamente por el otro lado de la caldera, corre hacia la salida, escapa de la habitación y cierra la puerta.

Se oye el «clic» de un candado. El detective no puede salir de la oscura habitación, escucha como el Culebra sube las escaleras y sale del edificio.

01:57

Encerrado, Roberto no se lo puede creer, golpea la puerta varias veces con las manos y el pie, busca su teléfono en todos los bolsillos, no está.

— ¡Aaaaaaaaaaaggggggghhhhhh! — Grita con rabia.

La habitación es oscura, sólo tiene una pequeña luz naranja arriba de la puerta, se pregunta cómo ha terminado en esa situación, atrapado en un sótano, no tiene forma de comunicarse con el exterior, golpea la puerta con más fuerza.

02:35

Está sudando, en la última media hora ha intentado abrir la puerta metálica de mil formas diferentes: ha gritado con todas sus fuerzas, ha golpeado tuberías y techo sin respuesta. Tiene su pistola USP Compact de 9mm reglamentaria con 12 balas, empieza a pensar en utilizarla para abrir la puerta, lo ha visto en las películas, pero sabe que en la práctica es algo inútil, el candado está al otro lado y es casi imposible romperlo de un disparo sin saber con exactitud dónde se encuentra.

Examina la sala de nuevo, todos y cada uno de los rincones de la oscura habitación; las paredes son de ladrillo, el suelo está lleno de polvo, hay un fuerte olor a humedad, no hay ventanas y las tuberías desaparecen en algún lugar del techo al que no puede llegar. Busca un detector de humos pero no lo encuentra, da una patada tras otra a la puerta con todas sus fuerzas, finalmente se rinde y se sienta en el suelo agotado.

03:12

Atrapado en el sótano de aquel viejo edificio Roberto siente como el tiempo pasa horriblemente lento. Desde pequeño odia las cucarachas y en la última hora ha visto más que en toda su vida. Piensa en el Culebra, en Natasha y en el rumano de la discoteca, recuerda todas las conversaciones que ha tenido esa noche.

Estar encerrado es algo inhumano, imagina como debe sufrir el «Mimi» en estos momentos, igual que él, prisionero en una habitación sin saber nada del mundo exterior, pensando en las personas que están fuera.

Hace mucho tiempo que no ha estado tanto tiempo sentado y sin hacer nada, utilizando la cabeza sólo para pensar, el trabajo y la tecnología han colapsado su cerebro en los últimos meses. Recuerda a su familia y amigos a los que no escribe ni llama desde hace tiempo, piensa en buenos momentos que ha pasado en el pueblo de sus abuelos, por un momento consigue relajarse y sus ojos se cierran solos.

Tarda menos de un minuto en abrirlos, está en el suelo con la espalda apoyada en la pared, tiene la puerta enfrente suyo a unos 3 metros, saca la pistola y apunta, se concentra y respira profundamente, hace calor, mucho calor. Cuenta hacia atrás:

— Tres… dos… uno… — Respira una vez más.

— ¡Bang! ¡Bang! — El sonido de los disparos hace eco en toda la sala, las balas atraviesan la puerta metálica.

Roberto se levanta, da una patada a la puerta con toda su energía, sin embargo esta no se mueve ni un centímetro. Vuelve a apuntar con la pistola, esta vez de mucho más cerca.

— ¡Bang!… ¡Bang!… ¡Bang!…

Golpea la puerta con rabia, no consigue abrirla.

— ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

La puerta recibe empujones, patadas y puñetazos durante dos intensos minutos, sigue sin abrirse.

Roberto vuelve a sentarse en el suelo, mira a la caldera y piensa que va a morir de calor en ese horrible sótano.

— ¡Calor! ¡Eso es! — Una idea pasa por su mente, una forma de atraer a los vecinos hasta la caldera, piensa en las noches que no ha podido dormir debido al clima caluroso de Alicante.

Se levanta de un salto, busca los controles de la caldera, los encuentra en seguida, enciende la maquinaria a máxima potencia, abre todas las llaves de paso de las tuberías y escucha como el calor sube rápidamente hacia el edificio. Sabe que si los vecinos se dan cuenta de que tienen la calefacción encendida van a bajar a apagarla, sólo tiene que esperar.

03:50

Ha pasado un poco más de media hora cuando escucha pasos al otro lado de la puerta, alguien abre el candado con una llave y Roberto vuelve a ver la luz. Un hombre de unos 70 años con pijama y cara de sueño está inmóvil bajo la luz naranja, paralizado, sorprendido.

— Soy agente de policía, me han encerrado en su sótano, ya puede usted apagar la calefacción. — La voz de Roberto suena un poco agresiva pero no está de buen humor y no intenta remediarlo

El inspector sube las escaleras mientras el hombre del pijama no sabe cómo reaccionar ante la situación que está viviendo.

Ya en la calle vuelve sobre sus pasos, pasa por la plaza, ahora está totalmente desierta, ni rastro de los grupos de jóvenes. Roberto salta otra vez la valla del jardín y allí en el suelo lo encuentra, su teléfono móvil. Tiene dos llamadas perdidas de la comisaría, seguro que es Cristina con información interesante, piensa en llamarla pero no lo hace, antes quiere terminar lo que ha ido a hacer a San Gabriel, buscar al primo del «Mimi».

Daniel vive en un bloque de los años ochenta, la mayoría de estos edificios tienen la misma distribución, Roberto los conoce bien, una vivienda a cada lado de una escalera en mal estado que parece no terminar nunca. Encuentra el portal abierto, entra y comprueba el buzón, la casa está en el último piso.

— ¡Mierda!

Empieza a subir las escaleras, sabe que la primera reacción de la gente es muy importante por eso quiere ver la cara de Daniel al preguntarle por su primo.

Subir seis pisos después de haber estado encerrado en un sótano es como correr una maratón de resaca, piensa.

Llega a la meta, la última planta del edificio. En el suelo delante de la puerta hay varias cartas que parecen indicar que nadie ha entrado en la casa en los últimos días. Llama al timbre… No hay respuesta, vuelve a llamar… Nada.

Roberto coge las cartas del suelo, parece que Daniel vive de alquiler porque en ninguna de ellas pone su nombre. Hay varios panfletos de publicidad, un par de cartas del banco Santander y alguna factura de internet, nada interesante.

El inspector se siente frustrado, piensa que este no es su día de suerte. Cuando las cosas van mal sólo hay una persona en el mundo que puede ayudarle. Baja las escaleras, vuelve al coche y arranca el motor.


04:25

Comisaría de Policía, centro de Alicante

— ¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? Parece que vuelves de la guerra. — Cristina se levanta al ver a su compañero entrar en la vieja comisaría de policía.

— He tenido una noche interesante, si te lo cuento no me vas a creer. ¿Está el capitán Ramos?

— Sí, en su despacho. ¿Necesitas algo, cielo?

— Un café solo, por favor. — El inspector contesta al tiempo que entra en la oficina del capitán.

Manuel Ramos está ordenando una montaña de papeles, parece relajado, tiene una copa de whisky en la mesa y la radio encendida.

— Por fin has llegado Roberto, ¿tenemos noticias nuevas del caso? — El capitán se acerca a la ventana y enciende un cigarrillo.

— No señor, todavía no tengo nada claro. Quiero saber más de Natasha, voy a ir ahora a…

El capitán Ramos interrumpe a Roberto como de costumbre.

— Yo lo veo muy sencillo, la señorita Petrova pertenece a alguna mafia rusa, rumana o yo que sé de dónde. Secuestran al chico con el que se va a casar y que casi no conoce. ¡Ohh que tragedia! Casualmente su futuro marido tiene mucho dinero y es más tonto que un burro. Ella paga el rescate y todos felices, luego no sé cómo lo va a hacer pero seguro que no hay boda. Es la típica viuda negra.

El capitán habla muy seguro de sus palabras, parece el mismísimo Sherlock Holmes resolviendo un caso.

Se abre la puerta y entra Cristina con un café y unos papeles en la mano.

— Aquí tienes guapo, tu droga líquida. Todavía no tengo nada sobre la discoteca pero he conseguido la última dirección de Natasha Petrova en San Vicente.

— Muchas gracias, voy inmediatamente para allí. ¡El tiempo es oro! — Roberto se bebe el café de un trago, se despide de sus compañeros apresuradamente y sale casi corriendo por la puerta.

04:38

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